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El ballet El mandarín maravilloso se estrenó con un ruidoso escándalo en Colonia en 1926, pero la música de Bartók se impuso en las salas de conciertos como unos años antes lo había hecho La consagración de la primavera de Stravinsky. Con 25 años, Brahms emprendió la composición de su primer concierto para piano y orquesta. Le salió una obra apasionada y emocional, llena de agradecimiento hacia la familia Schumann, que lo acogía en su casa, y cargada de virtuosismo, como correspondía a un joven de gran talento como él.
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