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Durante el último tercio del siglo XVII, la iglesia de Santa María de la ciudad de Lübeck contó con el mejor organista del mundo: Dieterich Buxtehude. Hasta esta ciudad libre del norte de Alemania viajaron colegas con nombres hoy tan ilustres como Händel o Bach para admirar sus habilidades con el instrumento. Buxtehude había sustituido a Franz Tunder, que había establecido la celebración de unos conciertos vespertinos ajenos a la liturgia, con música de órgano y algunas piezas vocales. El nuevo organista reorganizó estas veladas y las programó a lo largo de los cinco domingos anteriores a la Navidad. También aumentó el número de músicos participantes, escribió nueva música e incluso hizo imprimir los libros de algunas de las piezas interpretadas. Vox Luminis revive en L’Auditori uno de estos conciertos, incluidas una serie de cantatas que Buxtehude compuso exclusivamente para estos Abendmusiken. Lejos de la rutina de escribir música para la liturgia de cada domingo, el organista exhibió un renovado interés en la composición, con una calidad y una retórica únicos.
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