Estil actual: Estàndard
Cloe tiene veintisiete años, discapacidad intelectual del 65% y un deseo: ser madre. Ante la incomprensión de su entorno, de su madre y de la fundación en dónde vive, Cloe se lanza a una revolución torpe para quedarse embarazada a cualquier precio. En su viaje, descubrirá que la bandera de la protección les ha servido a aquellos que la rodean para quitarle derechos, también el derecho a equivocarse, la dignidad del riesgo. Y recordará que cuando era pequeña su hermana mayor la llevaba a jugar a futbol con sus amigas y les decía “¡Cloe no cuenta, es de azúcar!”. Así no le tiraban la pelota demasiado fuerte ni le hacían entradas. Pero sus goles tampoco sumaban. Cloe se dará cuenta de todo esto y se enfrentará al poder establecido, desafiando las leyes de los hombres. Pero la duda de si sería una buena madre le calará los huesos, cómo una Antígona que se debate entre obedecer las leyes divinas o las humanas.
Madre de azúcar reflexiona sobre el trato que estamos dando como sociedad a las personas con diversidad funcional en referencia a la maternidad. La asimilación de la jurisdicción de sus cuerpos, la sobreprotección como excusa para la coartación de su libertad de decisión. ¿Qué da derecho a una parte de la sociedad a adueñarse de los cuerpos de las mujeres con diversidad funcional? ¿Todas las personas con discapacidad están incapacitadas para afrontar una maternidad? ¿Cuál es la capacidad que nos convierte en buena madre o buen padre? ¿Todas las personas que tienen hijos la tienen?
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